Ahora que… el infierno ya no es un zulo incandescente, que el purgatorio es sólo una lengua breve y transitoria de fuego purificador, apenas unas décimas de fiebre, ahora que Belcebú juega en la liga de Hermann Monster, que San Pedro ha malvendido las nubes, los querubines y demás atrezzo celestial y mata las horas en la tasca, ahora, digo, los supervivientes de aquella adolescencia de deportaciones en casas de ejercicios espirituales y retiros de la mala muerte, desde los que oímos con claridad el crepitar del fuego eterno, aromatizado de azufre, las carcajadas de Satán y las descripciones precisas de las tinieblas en boca de los hombres de negro que se encargaban de nuestra vigilancia, ahora, concluyo, nos sentimos enormemente aliviados y agradecidos a su Santidad y a sus ministros por este esfuerzo de adaptación a los tiempos modernos, donde todo resulta incoloro, insípido y definitivamente inodoro.