Aupa chicos. Os habla el padre Domingo Igartua. Podréis llamarme ocasional y excepcionalmente Txomin en las ascensiones que haremos al Pagasarri siempre que vuestro comportamiento ejemplar os haga dignos del premio. El resto del tiempo seré para vosotros simplemente padre, o bien pater en la clase de latín y father Sunday en Introducción al Inglés. No por ello seré tres personas distintas. No me atrevería. En esta primera sesión de catequesis, y para abrir boca, me gustaría traeros aromas del más allá pero lamento anticipar que frente a la imaginación desabordada de los hombres y su inagotable capacidad para fabular, se erige la intransigencia de las leyes de la física, la química y la lógica y os puedo asegurar que lo más parecido al más allá que tenemos por acá, es la sala donde os practicamos el examen anual de rayos X, ese espacio con silencios y sonidos de submarino. Bip, bip,bip. Que yo sepa, la eternidad no dura más que los tres o cuatro segundos que pasáis aguantando la respiración. No, no es necesario que os quitéis las camisetas ahora, pero meteros la medalla en la boca no vaya a salir en la radiografía. A que se os hace eterno. Id pues en paz.
1 comentario:
¡Pero si lo mejor de la radiografía es la medalla!
Me gusta mucho este brevísimo relato sobre el padre Domingo Igartua, trino y uno a la vez. Deberías hacer de él un gestor de consultas tipo Elena Francis, para que tuviera una sesión semanal en tu blog.
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