lunes, 6 de septiembre de 2010

LA EFE DE FENDER


Mi calle, como la que cantaba Lone Star, tenía un oscuro bar, húmedas paredes, y aunque mis padres nunca lo reconocieron, un buen puñado de putas que lo habitaban. Putas vintage, de las de antes: castellanas, murcianas o andaluzas, nada de brasileñas o nigerianas. Españolas todas. Todas ellas desertoras del arado o de la cofia, chacha style. Nada de taconazos de aguja en zapatos de plataforma. Allí solo se despachaban babuchas, alpargatas y chanclas en verano. Todo íntimo, todo silente, como si las mujeres, sus chulos y sus clientes vivieran en su portal de belén una Noche Buena perenne. Todo clandestino y oscuro.
Me resultaba inevitable mirar de reojo y descubrir…. nada, o mejor aún, la nada. La penumbra reinaba en aquella boca de placer. En las noches de verano, cuando apretaba el calor y costaba conciliar el sueño, se podía escuchar el Jukebox repetiendo una y mil veces nunca te podré olvidar porque me enseñaste a amar y así se verificaba el milagro de modo que la canción más ñoña, obra del conjunto músico vocal más pijo de la época, Los Brincos, se convertía en el himno de la escuela de follar que yo tenía siete plantas más abajo. Allí, imagino, se iniciaban los adolescentes, se doctoraban los tímidos y desfogaban los desamparados hijos de Eva, los perdedores, los desplazados, los solitarios, los soldados de la noche ...
En la acera de enfrente las cosas son diferentes. Reina aquí la luz del día. De las paredes de Jomadi colgaban las diosas que yo más adoraba: guitarras eléctricas voluptuosas, de mil colores y formas. De cuerpo sólido, de media caja, de caja entera. Putas de lujo, por no salirnos del contexto. Y en las primeras filas, siempre, alineadas una detrás de otra, las Fender. Estamos en la mitad de los años 60. Por entonces se comercializaban los modelos Stratocaster, las Telecaster y las Jaguar ¡¡¡Dios que nombres!!!!. Y en todas ellas, en su cabeza – pala en el argot – el nombre de Fender en letras doradas, con esa efe americana – con el rabo superior hacia la izquierda – y que parece un siete. La efe inicial de Fender y el resto de la palabra, en letras cursivas, divinas, F y R, Alfa y Omega. Todos los días, de vuelta del colegio, visitaba este templo, dejaba la huella de mi nariz en el escaparate, y babeaba mirando esa efe inalcanzable. Una sola vez me atreví a entrar y preguntar el precio de una Stratocaster en color sunburst. Tostada por el sol. 33.000 pelas dijo la vieja. La Vieja era un término para identificar a la responsable de cualquier negocio, tienda, despacho, operación, … siempre que tuviera más de… digamos…. 28 años. La vieja de Jomadi, la esposa del dueño. TREINTA Y TRES MIL pesetas dijo de un solo disparo. Fue suficiente para salir cabizbajo y convencido de que nunca poseería una de aquellas maravillas colgantes. 33.000 pelas era el sueldo de muchos meses de trabajo para cualquier empleado y yo no estaba empleado y tenía por delante un desierto de estudios que cruzar. Adiós amor de mis amores.
Posdata: hoy día un par de estas bellezas viven bajo mi techo, permanentemente manoseadas por quien suscribe. Somos felices y comemos perdices prácticamente todos los días del año, salvo en Cuaresma en que langostas y centollos salen de sus cubiles a darse un baño hirviendo.

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